¡El whatsApp está que arde! Empiezan a llegar mensajes de amigos, compañeros y familiares buscando pasar juntos un rato esta Navidad. Es tiempo de felicitaciones, de trasladar los mejores deseos, de reactivar sentimientos y buscar reconciliaciones. Tiempo de jugar a la lotería -a ver si por fin esta vez nos sonríe la fortuna-, de llenar la despensa un poco más de la cuenta y de coger en un “pispas” esos kilitos que tanto nos costó quitarnos de encima. Tiempo de hacer valoraciones del año que termina y la lista de buenos propósitos para el que está por venir. Tiempo de comprometernos.
Para muchas empresas es también el momento de hacer los presupuestos y valorar dónde van a recaer las inversiones para conseguir mayor rentabilidad y crecimiento. Durante meses hemos recibido informaciones que nos alertaban del bajo nivel de compromiso actual de los empleados hacia sus empresas y su repercusión negativa en la cuenta de resultados. En paralelo, los directivos consideran que son ellos el principal activo de la compañía y que es fundamental cuidarlos y motivarlos. ¿Pero cómo?
Los departamentos de recursos humanos dedican mucho tiempo y esfuerzo en encontrar la respuesta. Ponen en marcha diferentes alternativas pero los resultados no están a la altura de las expectativas. Entonces, ¿dónde está la clave? Según los últimos estudios, y teniendo en cuenta los cambios de la sociedad actual, podemos encontrarla en la psicología positiva y la motivación intrínseca.
Hasta ahora las organizaciones basaban la retención y consecución de objetivos en incentivos económicos (bonus, subidas de sueldo, viajes, formación…) cuya efectividad suele durar lo que tardan en conseguirse. Y nadie podría negar su efectividad en el momento ni por supuesto su valor como reconocimiento a un trabajo bien hecho. El problema viene cuando se interpreta como un derecho adquirido. ¿Qué pasa cuando al semestre siguiente no hay posibilidad de recibir un plus monetario? La motivación se resiente.
Sin embargo, si establecemos vínculos emocionales entre la empresa y el empleado, si se trabaja por afinidad a una marca, por afán de superación, por el cumplimiento de retos individuales o colectivos, el compromiso perdura más allá del logro, inspirándose nuevos desafíos.
Una buena inversión en engagement apunta directamente a las emociones y actitudes. Claro que cada individuo es diferente y se mueve por impulsos muy distintos. También esto se contempla psicológicamente por las soluciones hechas a medida de cada necesidad y entorno. Un enfoque para cada tipología. La motivación aumenta, y con ella el rendimiento de los empleados traduciéndose en una mejora sustancial de los resultados económicos.
Es el momento de pensar donde invertir y cómo interpretar el presupuesto del año para lograr la máxima rentabilidad. Implantar nuevas metodologías puede parecer arriesgado, pero aún seguiríamos arando con bueyes o practicando el trueque como medio de pago si no se hubiesen acogido nuevas fórmulas de vida. Invertir en motivación intrínseca no es un riesgo sino un beneficio medible. Está demostrado que fomenta la participación e incrementa el rendimiento de las personas involucradas en ella. A mayor rendimiento, mayor productividad.